domingo, 17 de julio de 2011

ELLA

    de Susana Torres Molina
    Coproducción con Espacio Teatro

    
     Alvaro Pozzolo – Franklin   Rodríguez/Sergio Pereira
     Escenografía …………..Patricia Yosi
     Música original…………Fernando Ulivi
     Iluminación…………......Walter Reyno
     Combate escénico…….Christian Zagia
     Asist. de dir...........Mercedes Gómez       
     Dirección General: Patricia Yosi


Dentro de un sauna se encuentran dos hombres que sostienen una pelea verbal y física. El aparente azar del encuentro, en instantes, se vuelve destino. Hablan de una mujer omnipresente.

El interior del sauna se transforma en cuadrilátero y confesionario. La pasión los une y los violenta. Mientras crece el juego perverso de sucesivos ocultamientos y revelaciones, ambos se desesperan por conocer la verdad sobre Ella.

Ellos vivirán situaciones límites frente a la incertidumbre que sienten por el amor de una mujer. A través de distintos sentimientos: amor, deseo, posesión, perversión, cinismo, obsesión, celos y violencia, los personajes  irán dibujando a la protagonista de la obra, la mujer, mientras desnudan las miserias de cada uno.



CRITICAS






“Ella”   de Susana Torres  Molina,  en EspacioTeatro.

DOS  HOMBRES  SE  MIDEN

por  Jorge Arias - LA REPUBLICA

            Dos hombres se encuentran en un sauna. Para Marley (Franklin Rodríguez) el encuentro es  accidental; para  Iriondo  (Alvaro  Pozzolo). no  sólo  es  deliberado sino que  incluye dos planes, uno  en los  pliegues del  otro. 
            Ambos  poseen a la misma  mujer. Ambos  están semidesnudos en sus toallas, como si  fuera la  hora de la  verdad  desnuda. Comienza un duelo,  a veces  verbal,  a  veces  físico,  y “Ella”  tiene toda la elocuencia de la  pasión y  en particular  de la  pasión del amor  activado por los celos  y  empequeñecido a  posesión y  dominio. Los  protagonistas de la  pieza  son  sus  pasiones, más  que  sus  personas; de los  dos hombres se sabe poco más  que el nombre, el  estado civil y la profesión, pero no es importante ninguna de estas informaciones. Por  obra de la misma lógica de la  pasión,  “Ella” es  irreal. Se la menciona;  se  conocen frases que se le dicen; es una sombra, una niebla,  un  fantasma. Se duda de que alguno de los hombres la conozca  bien.
            Los  diálogos que se  cruzan son vivos,  relampaguean. Se  percibe el vivo  reflejo de aceros que chocan; espadas cuyas metáforas aún no  fueron “vencidas de la  edad”. El interés no  decae,  se anuncia un desenlace y la  obra  da un  par de giros vertiginosos, el  último en la línea de la  “Hi.storia del zoo” de  Albee.. Termina la  pieza, se apagan las luces; deslumbrados  aún por  el brillo de los diálogos, nos aparecen algunos interrogantes. Luego de lo  ocurrido, y  sobre  todo luego de lo que se nos ha  ocultado por la  autora,  la  conducta de Iriondo  resulta  difícil de   explicar. Esa  aproximación  del amor con la muerte, un tema clásico del amor  romántico, es coherente con las  premisas; pero no parece necesitar toda la obra para intentar ponerlo en práctica.  Se  tiene una impresión semejante al  desenlace de  muchos  filme policiales:  el  final sorprende, no parece ilógico,  pero analizada  fríamente la trama, es  arbitrario y demasiado al servicio de un suspenso que  no puede resolver con  coherencia  perfecta.
            Nuestra  interpretación  puede  ser muy  personal,  pero encontramos en Iriondo una conducta persecutoria propia de lo que llamó W.H. Auden en su prólogo a “The desire and pursuit of the whole” de Frederick Rolfe el “homosexual  paranoide” (Gibson Sqaure Books, 2002, p. 6/8). Es el mismo acoso, soterradamente  sexual, de uno  de los asesinos de “A sangre  fría” por el Truman Capote de  Philip Seymour  Hoffman. Nos parece evidente que Iriondo, se lo confiese o no, busca al hombre a  través de la mujer común;  y  en cierto modo  ya se han tocado. Marley siente el acoso, pero  ni el ni,  creemos Susana Torres Molina lo identifican. El mismo desenlace, más allá de las luces que se apagan, nos debe mostrar a Iriondo  recibiendo,  de manos de  Marley,  el  instrumento que Borges menciona en la  última  línea del  “Poema  conjetural”. En  esta hipótesis tienen sentido  los desnudos masculinos, que el libreto no prescribe, y que en un primer momento nos parecieron  injustificables.
            De un modo  u  otro,  deducción  o  sonambulismo,  Patricia  Yosi  ha  acertado  en la dirección,  y  en  dos  aspectos. El  primero,  que  implica la    hipótesis  anterior, es la  atmósfera,  el  vapor de agua,  vivificante y  opresivo,  apto,  por su relativa opacidad,  para el  ocultamiento  y  para una  simultánea y  velada   revelación. El  segundo es el  ritmo  de la  acción.  No diríamos  nada  más que lo obvio si mencionáramos el interés que suscita “Ella” en el  espectador, con un trato del tiempo de las réplicas  admirable,  que es el mínimo  que un espectáculo teatral debe tener. Nos referimos a algo más  difícil,  los distintos  ritmos de las varias  escenas de la  pieza;  porque cada una  parece tener su  “tempo”, su estructura, su  forma de anunciarse, presentarse y disolverse.
            La  actuación de Alvaro Pozzolo y Franklin Rodríguez  es  pulida,  convencida  y  convincente. Son dos de nuestros mejores  actores, y  tienen un libreto que les permite dar  toda la medida de sus  admirables  condiciones  histriónicas. Esta  perfección  de los  actores  concluye por  redondear  un espectáculo sin  fisuras,  que se  destaca  muy  claramente en la cartelera  teatral  de  estos  días.
             ELLA, de Susana Torres Molina, con Alvaro Pozzolo y Franklin Rodríguez. Música de Fernando Ulivi, iluminación de  Walter Reyno,  combate escénico de Christian Zagía, escenografía y dirección  de  Patricia  Yosi. En  Espacio Teatro.

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